Cultura
Leer el tiempo
Hace exactamente veinte años la crisis social y política argentina desembocaba en la salida intempestiva del presidente de la República, en un escenario de caos, represión y muerte sin precedentes desde la recuperación de la democracia en 1983, tras siete años de dictadura militar. Los traumáticos sucesos de aquel momento fueron elaborados por Hugo Aveta en su serie “Ritmos primarios. La subversión del alma”. Aquí, algunos apuntes sobre ella.
Hugo Aveta, de la serie 'Ritmos primarios. La subversión del alma", 2014. Cortesía del artista
Internet es un gran océano del que todo extraemos y al que todo arrojamos. Es nuestra noósfera, el gran magma donde se funden los contenidos mentales del planeta. De allí provienen los vídeos que Hugo Aveta, cuadro por cuadro, disparó sobre la emulsión fotográfica. El resultado es la serie Ritmos primarios. La subversión del alma (2014). Procedimiento alquímico, a su manera, aplicado a la imagen, a la memoria, al tiempo.
Tiempo es la materia con la que Hugo Aveta trabaja. Tiempo condensado, encriptado, compartido. Tiempo articulado en montajes que parten del documento histórico, de trozos de realidad que él devuelve organizados según la lógica del arte. Las imágenes que dan carne a esta obra proceden de diversos archivos. Ellas delatan la fascinación del artista por ciertas formas de registrar y catalogar la experiencia. Una fascinación que obedece, como diría Derrida, a “la impaciencia absoluta de un deseo de memoria”. Una memoria corpórea en cuyo tejido social bien podríamos leer el tiempo.
Las imágenes de Aveta son producto de operaciones combinatorias que, asentadas en la supuesta verdad del documento, reordenan y multiplican los significados, modificando así su origen y destino. A menor nitidez mayor significación. La representación se debilita, aumenta la capacidad de evocación y se activa el poder de la reminiscencia. En ese proceso, las imágenes se tornan pictóricas y remiten a lo que se conoce como night vision: la facultad de ver en la oscuridad (como lo hacen las cámaras infrarrojas o ciertas especies nocturnas).
Reflexionar sobre la fotografía es reflexionar sobre los espectros, esas entidades que aparecen o se esfuman conforme se las invoca o repele, y que no se resignan a abandonar el mundo pues fuertes vínculos las ligan a él. ¿Cuál es la naturaleza de estos espectros que hoy se hacen visibles tras permanecer años y años en el éter? En principio, las imágenes corresponden a la convulsión social que vivió la Argentina en 2001, momento traumático que dio inicio a una era de polarización ideológica y fractura social. En aquel año de la caída de las Torres Gemelas y la debacle argentina, no existían los dispositivos que hoy permiten a cualquier aficionado fotografiar o registrar en vídeo lo nimio y lo extraordinario.
En las imágenes recogidas y procesadas por Aveta hay un cierto tono épico, un ambiente de gesta social, de poética de barricada y feroz represión. En su técnica el artista recupera algo del oficio perdido del laboratorio, aunque procediendo a la inversa. Las imágenes ya no emergen de la emulsión sino que se proyectan sobre ella. Resulta significativo que ellas dejen su marca, su impresión, sobre un soporte inestable, flexible, vulnerable: metáfora de la sociedad contemporánea.
Aveta releva una cuestión crucial: la relación entre lo visible y lo decible. El artista aborda la imagen como presencia sensible, a ser calibrada en su intensidad por cada ser que la percibe, pero también “como un discurso que cifra una historia”, para decirlo con palabras de Rancière. Así, ella puede ser leída desde lo personal, lo social y lo político.
Aveta ejecuta una operación artística por excelencia: produce distancia. Y pareciera que ha logrado la distancia justa. Entre la cercanía y la lejanía, entre el antes y el después, ha ido administrando tal distancia hasta precisar el límite de lo legible y lo indescifrable y dejar al descubierto el poder subversivo de la imagen, una imagen sublevada contra su propia función representativa, obcecada en su afán por demostrar que allí, en el pasaje de un instante a otro, es posible incluso dar cabida a lo irrepresentable. Nada es exactamente lo que parece y todo puede llegar a ser tal como se lo intuye: la tensión de la fricción y/o el encuentro; el principio de placer y la pulsión de muerte; las relaciones entre lo secreto y lo manifiesto, entre lo público y lo privado, entre el todo y las partes. Las imágenes –reverberaciones de un relato mayor, atisbos de una visión tan amplia como reticente–, resumen la violencia entre quienes detentan el poder y quienes lo enfrentan, entre quienes lo resisten y quienes lo defienden. Desdibujadas, difusas, las imágenes permanecen girando sobre sí mismas, impregnando la memoria celular de todo el corpus social.
El vídeo, parte de esta muestra, es un grito prolongado que termina en silencio. Un silencio tan doloroso como una desaparición forzada. La marcha indignada, en América Latina o cualquier otro lugar del mundo, asume las formas de la condición humana que se rebela contra lo que ella misma ha creado: el individuo contra el Estado, la pequeña comunidad contra las grandes corporaciones, el gesto personal frente al poder omnímodo que gobierna desde la sombra.
En sus montajes, Aveta procede acaso como un terapeuta decidido a propiciar una anamnesis, esa disposición del alma a recordar los conocimientos olvidados al momento de entrar en un nuevo cuerpo, al reencarnar. Quizás por esto dio por primer título a su serie La subversión del alma. Un alma revuelta y trastornada, subvertida, que busca elaborar los momentos traumáticos de la historia colectiva; momentos que, como los espectros, vuelven y vuelven si no son debidamente conjurados.
Nota
Ritmos primarios. La subversión del alma fue el título de la exposición realizada por Hugo Aveta en 2014 en Next Level Galerie (París). El presente texto acompañó la muestra. Años después, la obra que aquí comentamos fue seleccionada por Georges Didi-Huberman para ser parte de su exposición Soulèvements, presentada en Jeu de Paume (París, 2016-2017) y en BienalSur (Buenos Aires, 2017).
* Adriana Almada es escritora, crítica de arte, editora, curadora, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.
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