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Cultura

Pindú: arquitectura y discursos de poder

Casa Matalón-Ullón, 1980. Avenida España © Laura Mandelik

Casa Matalón-Ullón, 1980. Avenida España © Laura Mandelik

Al considerar el arte como “una finalidad sin fin”, la arquitectura queda desplazada de su esfera porque no cumple con esta premisa. El impulso inicial del hecho arquitectónico tiene como propósito la generación de espacios habitables. Pero la arquitectura trasciende su esencial cometido, desplaza su ADN y opera en otra dimensión. La utilitas vitruviana apunta a la creación de un espacio para habitar. Esta es la “función pragmática”, denotativa, de la arquitectura. Sin embargo, allí no se agota ni se detiene.

Existen funciones meta-utilitarias de la arquitectura que, desde otras instancias, proponen una clara connotación. Lo connotado es aquello que se interpreta: ¿qué expresa una casa? o ¿qué significa? La función psicológica, que sería un segundo modo del habitar, responde a condicionantes de orden subjetivo y se asocia a la idea de protección o segunda piel. Este es un rasgo atávico que la arquitectura asume como idea asociada al “hogar” y, por lo tanto, es una cualidad de orden antropológico. Obsérvese cuando alguien dice “esta casa no es un hogar para mí…”

Casa Martínez Trueba, 1972. Avenida San Martín © Laura Mandelik

Casa Martínez Trueba, 1972. Avenida San Martín © Laura Mandelik

Finalmente, la función simbólica que asume la tercera instancia del habitar es, sin duda, la de mayor trascendencia y se manifiesta cuando el fenómeno arquitectónico se presenta como una “proclama”. La arquitectura se instaura a modo de acontecimiento meta-utilitario susceptible de asumir múltiples interpretaciones y afecta la conciencia de las personas o se despliega como discurso sociocultural. Y este es el carácter de la arquitectura que la erige como símbolo cultural. Esto se puso de manifiesto en la mítica Torre de Babel –la peregrina ilusión de llegar al cielo–, o en las célebres torres gemelas del World Trade Center. Cuando estas construcciones fueron devastadas la catástrofe fue mucho más allá de la destrucción material. Lo destruido fue el símbolo que habitaba en ellas.

Casa Peroni, 1973. Avenida Mariscal López © Laura Mandelik

Casa Peroni, 1973. Avenida Mariscal López © Laura Mandelik

Lo simbolizado siempre es un discurso que se adhiere al fenómeno arquitectónico. El símbolo en arquitectura nace del encuentro entre una poderosa idea y un ente material que la recibe y la contiene. Cuando el símbolo deviene comunitario se aloja en el inconsciente colectivo y se transmuta en un dispositivo.

Giorgio Agamben, citando a Michel Foucault, define el dispositivo como un “conjunto absolutamente heterogéneo que implica discursos, instituciones, estructuras arquitectónicas, decisiones regulativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales y filantrópicas; en breve: tanto lo dicho como lo no-dicho, estos son los elementos del dispositivo” [1]. El dispositivo es la red que se establece entre todos estos elementos.

Casa Plate-Bendlin, 1976. Avenida Ruy Díaz de Melgarejo © Aníbal Cardozo

Casa Plate-Bendlin, 1976. Avenida Ruy Díaz de Melgarejo © Aníbal Cardozo

La arquitectura en tanto “dispositivo de poder” se manifiesta como “discurso”. ¿Cómo interpretamos lo que nos cuenta una casa, además de evidenciar el sistema constructivo, la inversión económica y la función pragmática de sus usos? ¿Cómo interpretamos lo que nos cuenta una casa acerca de sus habitantes? ¿Con qué discurso se nos manifiesta una casa en el conjunto vecinal o urbano? ¿Qué es lo dicho y lo no-dicho que nos expresa? Y, finalmente, ¿cómo interpretamos aquello que los dueños de casa desean expresar como símbolo? El arquitecto, en su creación, intenta poner de manifiesto ciertos principios y valores que, en su conjunto, operan como su propio discurso o aporte profesional.

Casa Grühn-Duarte, 1978. Avenida Mariscal López ©Laura Mandelik

Casa Grühn-Duarte, 1978. Avenida Mariscal López ©Laura Mandelik

Deyan Sudic sostiene que “la arquitectura es una herramienta práctica y un lenguaje expresivo, capaz de transmitir mensajes políticos muy concretos. (La alusión a Hitler y a Speer es obvia). Sin embargo, la dificultad de establecer el significado exacto de los edificios y la naturaleza esquiva del contenido político de la arquitectura han llevado a la generación actual de arquitectos a afirmar que su obra es autónoma o neutra…” [2]. No obstante, en el star system de la arquitectura internacional esta cuestión, a pesar de las evidencias, es soslayada. Veamos el caso de una de sus celebridades, Rem Koolhaas, reconocido por sus “discursos” de cambiante tónica, quien no renuncia al estrellato y con gran comodidad se desplaza en los diferentes ámbitos del poder político y económico a lo largo y ancho del planeta.

Casa Kostianosky, 1979. Avenida República Argentina © Laura Mandelik

Casa Kostianovsky, 1979. Avenida República Argentina © Laura Mandelik

Aldo Rossi sostiene que la arquitectura de la ciudad es la “obra de arte total”. Esto nos permite visualizar el carácter cívico de los fenómenos arquitectónicos, su discurso y el significado urbano que tiene toda arquitectura. Con este criterio intentaremos comprender, a partir de un caso particular, cómo la ciudad de Asunción, al ser fiel reflejo de la sociedad que la habita, asume su particular configuración urbana.

A partir de Itaipú

La construcción de la hidroeléctrica de Itaipú (1973-1984) generó un crecimiento económico que tuvo implicancias sociales y culturales. La figura del arquitecto, como profesional destacado y deseado, se hizo relevante [3]. Téngase en cuenta que la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción fue creada en 1957. Poco después, en la década de los ‘70, Asunción contaba con jóvenes arquitectos ansiosos de integrarse al crecimiento urbano del país, cuya expansión económica marchaba a la par que las restricciones a la actividad política de la oposición y las acciones represivas del gobierno. La aparición de Itaipú se presenta, pues, como marco histórico de referencia para contextualizar la emergencia y el desarrollo de la arquitectura de Pindú en Asunción, cubriendo un período de dos décadas (1973-1993).

Casa Ferreira Falcón, 1980. Avenida Mariscal López y Bélgica © Aníbal Cardozo

Casa Ferreira Falcón, 1980. Avenida Mariscal López y Bélgica © Aníbal Cardozo

Este crecimiento económico de los años ‘70, que benefició particularmente a ciertos sectores sociales, se vio reflejado en una arquitectura de elevado rango socioeconómico que fue desarrollándose en emplazamientos destacados de la ciudad. En las avenidas Mariscal López, España, Brasilia, San Martín, República Argentina, Santísimo Sacramento y Aviadores del Chaco, entre otras, páramos vacíos o construcciones irrelevantes cedieron el espacio a construcciones novedosas, con cierto toque de espectacularidad. Eran viviendas que atestiguaban el emergente poder económico de sus moradores, casas cuyo lenguaje formal destacaba el estatus social de sus habitantes. De este modo Asunción acogió a un “arquitecto de firma”: Pindú.

En cierta ocasión el arquitecto comentó: “Yo jamás acepto la invitación a cenar con mis clientes”. Era propio de su carácter no participar de las reuniones sociales de los “círculos del poder” y estaba acostumbrado a mantener una respetable distancia de estos ámbitos. Su esfera social habitual era la de las artes plásticas. Sin embargo, lejos del rendez-vous social, en poco tiempo logró consolidarse como un arquitecto de prestigio.

Casa Stadecker, 1983. Avenida España © Laura Mandelik

Casa Stadecker, 1983. Avenida España © Laura Mandelik

El edificio de apartamentos Nautilus es la única edificación en altura que realizó, ya que casi no construyó más que viviendas unifamiliares y, eventualmente, comercios. También es importante destacar que Pindú no proyectó obras públicas ni edificios corporativos de cuño burocrático.

Con referencia a esto tal vez convenga informar que el padre de Pindú, el general Jenaro Espínola, era un militar retirado que criticaba la politización militar de Stroessner y, consecuentemente, no gozaba de la simpatía del régimen. Tal vez ello explique que Pindú, en su desarrollo profesional como arquitecto, no se haya relacionado de manera directa con jerarquías políticas o militares para obtener encargos. Prueba de ello es la triste circunstancia que vivió al haber sido encarcelado en medio del llamado “Caso Palmieri”, en mayo de 1982. La conclusión lógica es que si hubiera tenido nexos políticos de peso podría haber evitado ese infortunio. Su natural indignación hizo que una mañana, ya en libertad, quemara en una hoguera todos los planos de sus proyectos. A partir de ese momento cerró su estudio y, a manera de exilio, se mudó a San Pablo, Brasil, donde vivió algunos años dedicado a las técnicas de grabado e impresión gráfica.

Casa Martínez, 1983. Avenida Boggiani © Laura Mandelik

Casa Martínez, 1983. Avenida Boggiani © Laura Mandelik

No obstante, hay que decir que una de sus obras estuvo directamente vinculada al más alto grado del poder. El arquitecto Guillermo Fanego cuenta que en 1974, siendo él todavía socio de Pindú en el estudio, hubo un llamado telefónico. Era María Estela Legal, pareja extramatrimonial de Stroessner, quien –impresionada por la Casa Peroni, recién estrenada sobre la avenida Mariscal López–, quería conocer a los jóvenes arquitectos. Les solicitó un proyecto para una vivienda a ser construida en un extenso terreno situado sobre la avenida Aviadores del Chaco, frente al Shopping del Sol, que entonces no existía. El dictador aprobó los planos y poco después comenzó la obra.

La noche del 2 de febrero de 1989 la casa fue escenario de un acontecimiento que marcaría la historia reciente del Paraguay. En su libro Mi vida con el presidente Alfredo Stroessner [4], Legal cuenta que alrededor de las 20.30 se sentaron a la mesa para cenar. En ese momento “los vitrales del comedor saltaron hechos añicos, una y otra vez, con el impacto de las descargas de los fusiles, que nos obligaron a refugiarnos presurosos y desesperados en el interior de la vivienda”. Era la noche del golpe de Estado. La casa fue baleada por todos lados. Hace unos años fue demolida.

Casa Legal, 1975, demolida. Avenida Aviadores del Chaco © Aníbal Cardozo

Casa Legal, 1975, demolida. Avenida Aviadores del Chaco © Aníbal Cardozo

En conclusión, se observa cómo a lo largo de dos décadas la “marca” Pindú instaló su singular presencia en calles y avenidas de Asunción. Las blancas fachadas, los techos que se alejan y la perspectiva distorsionada en audaces fugas, atraen la mirada del transeúnte para el elogio o la crítica, pero nunca para la indiferencia.

Cuestión final

Finalmente, es importante hacer referencia a la obra de Pindú como bien patrimonial. Hace cuatro años, por resolución N° 621/2017 de la Secretaría Nacional de Cultura, 16 viviendas proyectadas por Pindú fueron declaradas “bien de valor patrimonial”. Esto constituyó un hecho significativo, considerando que poco antes había sido promulgada la Ley de Protección del Patrimonio Cultural N° 5621/16. Sin embargo, en octubre del año pasado la SNC dio marcha atrás y revocó aquella medida mediante la Resolución Nº 476/2020.

Si bien no es muy común que un conjunto de obras de un mismo arquitecto sea declarado bien patrimonial, se tiene como referencia –salvando las distancias– que ese mismo año (2017) Brasil declaró patrimonio público 27 obras del arquitecto Oscar Niemeyer a través del Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN). Esto “convierte al Estado en guardián de ese patrimonio pese a que las edificaciones no le pertenezcan […] y su conservación pasa a ser de interés de toda la sociedad” [5]. Téngase en cuenta que varias obras de Niemeyer (Brasilia y Pampulha) fueron declaradas Patrimonio Universal de la Humanidad por la Unesco.

Casa Farrés, s/f. Avenida España © Laura Mandelik

Casa Farrés, s/f. Avenida España © Laura Mandelik

La contramarcha de la SNC al revocar la resolución N° 621/2017 encuentra sus razones en que la lista de obras de Pindú declaradas “bien patrimonial” se fundamentó en una investigación del arquitecto Alberto José Galeano, TFG del cual fui tutor, del año 2009. Este estudio solo contempla los aspectos morfológicos de algunas fachadas de viviendas de Pindú y, por lo tanto, no agota las instancias que concurren en el hecho arquitectónico. La selección no incluye toda la producción de Pindú, pues no estaba orientada a un estudio integral de su arquitectura. Es probable que las obras investigadas por Galeano tengan ponderaciones de diferente valor e interés; el trabajo no establece una dimensión crítica ni discrimina los valores que subyacen en los proyectos. Lo recomendable es que cada pieza arquitectónica sea fichada y catalogada individualmente de acuerdo con los registros de la SNC, como resultado de una investigación que establezca sus valores intrínsecos (la individualidad de cada construcción) y extrínsecos (contextuales, históricos y socioculturales).

Casa Zacarías, s/f, demolida. Avenida Santísimo Sacramento © Aníbal Cardozo

Casa Zacarías, s/f, demolida. Avenida Santísimo Sacramento © Aníbal Cardozo

Sin embargo, aunque la reciente disposición de la SNC en esta dirección encuentra justificación en lo dicho, lo cierto es que esta nueva medida deja las viviendas proyectadas por Pindú sin protección legal que impida demolerlas. Hasta tanto se lleve a cabo el mentado estudio de cada una de las casas y se implementen medidas en consecuencia, nos encontramos en una situación de interregno, en un “vacío legal” con respecto a estos bienes de valor patrimonial cuya preservación es de suma importancia para nuestra cultura. Y la cuestión se torna aún más delicada si se considera que la presente coyuntura puede sentar un precedente que termine afectando a otros inmuebles declarados bienes protegidos.

Los bienes arquitectónicos de valor patrimonial demandan interés y preocupación de parte del Estado, que debe velar por la conservación de su valor testimonial. Muchos de ellos son de propiedad privada. Para su preservación no bastan las leyes y reglamentaciones, se requieren los necesarios fondos del presupuesto estatal para colaborar con los propietarios en su manutención. Esto puede parecer una utopía, pues implica una tarea conjunta basada en consensos y la buena disposición de las partes. ¿Seremos los paraguayos capaces de ponernos de acuerdo en esto?

Notas

[1] Agamben, Giorgio (2016). Qué es un dispositivo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, p. 7.
[2] Dejan Sudic (2017). La arquitectura del poder. Barcelona: Editorial Planeta, p. 11.
[3] Era una tradición que los arquitectos paraguayos del siglo XX viajaran al exterior para estudiar.
[4] “El fracaso en capturar a Stroessner en casa de Ñata casi arruina el golpe”. Diario Última Hora, 02.02.2014.
[5] https://www.ultimahora.com/brasil-declara-patrimonio-publico-27-obras-del-arquitecto-oscar-niemeyer-n1089924.html

* Aníbal Cardozo Ocampo es arquitecto, profesor titular de crítica arquitectónica, miembro del Colegio de Arquitectos y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.

2 Comments

2 Comentarios

  1. gorge gómez

    10 de enero de 2021 at 09:55

    Excelente nota.

  2. Alba Armadans..arq.

    10 de enero de 2021 at 09:59

    Excelente material..felicitaciones.

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