Cultura
Videoclip: el pliegue neobarroco o la estética del parpadeo
A propósito de los recientes videoclips de Laura Mandelik, en circulación en diversas plataformas digitales.
© Laura Mandelik
[ No hay objeto puramente actual. Todo actual se rodea de una niebla de imágenes virtuales. Deleuze ]
“El pliegue es la operación barroca por excelencia”, explicaba Gilles Deleuze a sus alumnos en aquel célebre seminario sobre Leibniz que desarrolló en 1986. El pliegue es la forma de las oscuridades cóncavas de la naturaleza, es el trayecto que –siendo él mismo– deviene despliegue y repliegue (y quizás también contrapliegue).
Este concepto de pliegue, con su repetición ad infinitum, resulta oportuno al considerar un fenómeno cultural inmerso en procesos de comunicación masiva: el videoclip. Situado en la periferia de lo culto, surgió a fines de los 70 con Bohemian Rhapsody, de Queen, se consolidó en los 80 con la aparición de MTV, y se reconfiguró de mil formas en la actual era digital, adaptándose formal y técnicamente a todo tipo de plataformas y dispositivos electrónicos. Definido por Néstor García Canclini como “intergénero transtemporal”, este híbrido que mezcla a ritmo frenético músicas, imágenes y textosde procedencia diversa, es hoy una práctica transdisciplinaria que cruza y “contamina” los terrenos virtuales del arte contemporáneo. Desde allí entreteje discursos sonoros y narrativas visuales en una yuxtaposición de fragmentos sin solución de continuidad que se suceden en variaciones reiteradas, trazando una suerte de ritornello (el eterno retorno, el pliegue sin fin), en un “tensar-destensar, contraer-dilatar, comprimir-explotar”, como diría Deleuze.
El videoclip, ese producto neobarroco macerado en la repetición rítmica, ese pliegue activo que cobija actos lingüísticos y performáticos, no busca profundidad sino extensión. Es “territorializante”, incluso en la dimensión virtual. Avanza en el tiempo, se apropia del espacio visual generando una topografía de la imagen-movimiento, en un flujo no-lineal de impresiones sensoriales conocido como efecto poliedro, o remolino, que no es otra cosa que el despliegue imagético desde y hacia cualquier dirección de la pantalla, manteniendo un vínculo acompasado (o descompasado) con los planos que se articulan en el montaje. Es un collage electrónico con muchos layers que va del extremo artificio a las maneras despojadas, de la exuberancia a la sobriedad, con metamorfosis geométricas, efectos gráficos, fusiones, disoluciones, animaciones y cortinas, entre otras combinaciones, muchas de las cuales alcanzan ribetes surrealistas y dadaístas. Para decirlo en términos derridianos: una performance de violentación de los “sentidos literales”. La técnica del montaje, es decir, la manipulación digital que caracteriza al videoclip, en cuya realización tienen preeminencia la edición y la posproducción, configura su matriz versátil. Así, experimental, radical, con secuencias hiperveloces que dan pie tanto a la sincronía como a la contrasincronía, el videoclip ofrece microrrelatos fugaces mediados por filtros y texturas, intensificados por brillos y saturaciones y organizados según puntuaciones visuales y acústicas que apelan a los recursos más amplios y disímiles.
Tales recursos pueden bien hallarse en la trama biográfica del realizador, en sus archivos personales, en sus investigaciones procesuales. Este es el caso de las dos piezas producidas recientemente por Laura Mandelik, artista que con vocación lúdica y certero manejo de su repertorio estético, concibió y realizó dos videoclips para el sello Inbetween, de Victoria Mussi –reconocida DJ de música techno que la invitó a trabajar sobre dos de sus temas–. Un ejercicio neobarroco, podríamos decir para continuar con la analogía, profuso en notas situacionales y paisajes oníricos sobre los que Mandelik va y vuelve, disfrutando del “goce de lo reiterado”, lo serial.
El último videoclip –Not Out, título del tema de Victoria Mussi– dura 6:20 y exhibe una deriva escénica que transcurre a velocidad espasmódica, con una pléyade de objetos cotidianos que cobran dimensión mítica. Aquí no hay marcas de escritura, ninguna leyenda, ningún signo tipográfico. Todo palpita con intensidad siguiendo la inflexión de la palabra pronunciada, única palabra, sola, obsesiva, insinuante, imperativa, como si todo el espacio pudiera recogerse y desplegarse en un sonido: breathe-in.
El videoclip anterior –Two things, 4:37– es una reflexión sobre la dilución, el acabamiento. Expone la pugna elemental entre fuego y agua y esboza problemáticas ambientales a partir de un universo doméstico: montaje a la manera de Georges Meliès, inversión del tiempo, que se abre como una caracola. Destellos, latidos, multiplicación, sustracción, desagregación, reunión, estallido, amenaza, belleza, deslocalización.
En ambos casos de trata de producciones autorales nacidas en pleno confinamiento, que condensan la experiencia de la artista como fotógrafa, editora y realizadora. Y que suceden, después de una tregua de siete años, a su primera incursión en un proyecto de videoarte: Prensil, volumen poético que se plegaba y se desplegaba del derecho y del revés (el pliegue, de nuevo el pliegue), acompañado de una obra de imagen-movimiento trabajada en colaboración con otros artistas.
Ajena a toda enunciación humana, la naturaleza no cesa de hacer pliegues. La tierra es fértil en pliegues oscuros, frescos, fríos acaso. Tal es su fisonomía. Así lo explicaba Deleuze. También decía, en aquellas memorables clases en la Universidad de Vincennes, que el pliegue se reparte, que tiene un tropos hacia arriba y otro hacia abajo, como muestran las pinturas barrocas que dividen el cuadro en dos planos, el celestial y el terrenal, o la arquitectura que organiza el edificio en dos pisos, o en un interior y un exterior. Quizás, sin saberlo, Laura Mandelik cumple el mandato barroco de los dos étages al separar muchas veces la escena en un espacio superior y otro inferior, conectados apenas por una línea (ya sea la superficie del agua o la del horizonte). Sin embargo ningún orden, especialmente si es efímero, resiste la irreverencia y el desenfado, que terminan trastocándolo todo. Repetidamente. Una y otra vez. Sin referencia fija, sin perspectiva única, sin centro.
Rizomáticos, desbordantes, irregulares, los videoclips de Laura Mandelik que, como tantos otros y que, como el barroco, “no siguen las normas de la proporción sino el capricho de la artista” [1], encuentran su posible definición en lo que se ha dado en llamar “estética del parpadeo” [2].
Fichas técnicas
Two things, 4:37. Realizadora: Laura Mandelik / Cámara: Laura Mandelik, Negib Giha / Álbum: None of your business / Composición: Victoria Mussi / Sello: Inbetween.
Not Out, 6:01. Realizadora: Laura Mandelik / Edición: Paolo Alegretti / Colaboradores: Marcos Benítez, Margarita Zaldívar, Bettina Brizuela, Christian Kent, Gabriela Mercado, Victoria Mussi / Álbum: None of your business / Composición: Victoria Mussi / Sello: Inbetween.
Notas
[1] Dictionnaire portatif de peinture, sculpture et gravure, París, 1757.
[2] McAllister, R., citado por García Canclini, N. (1989). Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo, p. 285.
* Escritora, crítica de arte, editora, curadora independiente.
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