Cultura
Feliciano Centurión: La transfiguración de lo cotidiano
Una gran muestra retrospectiva, organizada por Fundación Texo y expuesta en su sede principal, rinde homenaje a uno de los artistas paraguayos más importantes de las últimas décadas, cuya obra –hoy celebrada en el circuito internacional del arte– ha sido poco difundida en nuestro país.
© Ana Ayala
El mismo año en que comencé a frecuentar la escena artística local, Feliciano Centurión fallecía. Reconozco no haber oído hablar de él con anterioridad. La primera noticia de su existencia fue a través de una pequeña videoinstalación de Marcos Benítez del año 1997, en la que se desarrolla la profusa correspondencia entre ambos artistas. Posteriormente, algunas piezas suyas vistas en el CAV/Museo del Barro terminaron por hacerme entender la enorme importancia de su obra.
Si bien su trabajo era más bien conocido y apreciado por el pequeño círculo de artistas, críticos y amigos locales que lo frecuentaron, fue en Buenos Aires, ciudad en la que vivió y se formó, donde tuvo mayor reconocimiento. Fue parte del grupo activo en torno al Centro Cultural Rojas, epicentro de una de las movidas artísticas más importantes de los años ochenta y noventa.
Hoy, sin embargo, para nosotros su obra está más vigente que nunca. Sus experiencias estéticas con historias íntimas, afectivas, el uso de materiales y lenguajes populares y –tal vez lo más importante– el potente discurso presente en sus exploraciones acerca de la identidad queer, hacen de su obra una sumamente contemporánea, política. Me atrevo a decir, un manifiesto. No menos relevantes son sus reflexiones personales sobre la enfermedad que terminaría tempranamente con su vida. Él supo, en ese momento, que la sufriría tanto física como socialmente y decidió hacer con esa experiencia “obra de arte”.
Durante la infancia, la “manta de seguridad” es un objeto terapéutico que sirve como transición de un estadio a otro. En el caso de la obra de Feliciano, el tránsito de las mantas de gran formato a las más pequeñas tenía que ver claramente con aquella transición entre la vida plena y su final, o con eso que a veces podemos vislumbrar en un relámpago pero siempre nos será inescrutable.
En fin, Feliciano Centurión (1962-1996) tuvo el coraje de asumir, con un lenguaje cotidiano, intimista, todas esas realidades, y lo hizo con la fuerza poética de una práctica artística honesta, sublime. Logró, como pocos, aquello que muchos seguimos aún buscando obstinadamente en el arte: algo tan simple y hermoso como un acto de fe.
La exposición Feliciano cuenta con más de veinte mantas de dimensiones diversas, además de siete óleos de pequeño y gran formato, una instalación de objetos y una videoinstalación de Marcos Benítez en homenaje al artista que aquí reproducimos. Puede ser visitada hasta el sábado 12 de septiembre en la sede de la Fundación Texo (Paraguarí 852), o de manera virtual en un recorrido de 360º desde la página web de la institución. http://fundaciontexo.org/2020/05/25/museo-virtual/
* Curador de la exposición, director artístico de Fundación Texo.
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