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Kenzaburō Ōe, Premio Nobel de Literatura 1994, cumple 87 años
Kenzaburō Ōe © Ko Sasaki
Un día como hoy, hace 87 años, nacía Kenzaburō Ōe, el segundo escritor japonés que ganó el Premio Nobel de Literatura. Nació en una aldea de los bosques montañosos de Shikoku de la que su familia apenas había salido. Pasó la guerra allí, pero la voluntad de estudiar lo llevó a Tokio, en cuya universidad ingresó en 1954. Para ello tuvo que perfeccionar su japonés, pues hablaba una variante dialectal propia de la zona.
La vocación literaria de Ōe nació en cierto modo de la necesidad de aliviar el desarraigo cultural y recuperar lo que él llama “la mitología de mi aldea”. De esta época datan La presa, que le valió en 1957 el premio Akutagawa de novela corta, y Arrancad las semillas, fusilad a los niños (1958), obras en las que traza un sombrío panorama de los efectos de la guerra en el idílico microcosmos rural.
En sus relatos y novelas suele abordar aspectos de la sociedad contemporánea desde un humanismo crítico, de raigambre existencialista. Su estilo directo, de frases breves y contundentes, se nutre de poderosas imágenes poéticas y abundantes reflexiones metafísicas. Se perciben en él las influencias de Dante, Rabelais, Balzac, Poe o Twain, a los que estudió a fondo, pero también de Sartre, Camus, Yeats y Auden, por quienes profesa franca admiración.
Escribió diversos artículos y una novela autobiográfica, El muchacho que llegó tarde (1961), sobre la vida estudiantil en un Tokio que no consigue librarse de la alargada sombra de la ocupación americana. Lo que subyace es el conflicto paradigmático del Japón contemporáneo entre modernidad y tradición.
No obstante, el punto de inflexión en su vida y su narrativa lo constituyó el nacimiento, en 1963, de su primer hijo, Hikari, que padecía una malformación neurológica. Fruto del desconcierto y del dolor ante la minusvalía mental del niño pero, al mismo tiempo, del afán de superación y de la necesidad de dotarse de una ética privada, su novela Una cuestión personal (1964) narra, en términos crudos y sin concesiones, el descenso al abismo de un padre atrapado entre el fatalismo y la cínica opción de la huida hacia adelante. Ha regresado al tema de la relación con su hijo, uno de los dos ejes de su literatura, en los libros Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969), Las aguas han inundado mi alma (1973) y Despertad, jóvenes de la nueva era (1983).
El otro núcleo lo constituye la pervivencia del cuerpo de mitos y leyendas rurales de su infancia y juventud en el marco de la cultura urbana contemporánea, que vertebra obras como El grito silencioso (1967), Juegos contemporáneos (1979) o Cartas a los años de la nostalgia (1986). Inspirándose en la poesía de Yeats, escribió una trilogía titulada A flaming green tree y, antes de recibir el Premio Nobel, libros como M/T, La historia maravillosa del bosque, o la novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990). Asimismo, publicó numerosos artículos y ensayos, entre los cuales se destaca especialmente Notas sobre Hiroshima, escrito tras entrevistar a diversos supervivientes de la tragedia atómica.
Kenzaburō Ōe dixit
“Una vez que se ha pensado algo, es inevitable la mediación del lenguaje.” Salto mortal (1999).
“La tarde caía y la fiebre de comienzos del verano había abandonado el ambiente, al igual que la temperatura abandona a un gigante muerto.“ Una cuestión personal (1964).
“Si existe la otra vida, las almas de los muertos vivirán allí eternamente, y tal como estaban en el instante de morir, es decir, con todos sus recuerdos.” Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969).
“Cuando quiero mirar nuestro mundo con los dos ojos, lo que percibo son dos mundos superpuestos: uno luminoso y claro, sorprendentemente nítido; el otro impreciso y sutilmente sombrío.” Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969).
“En la vida siempre me acechan estos peligros latentes, a la espera de que tropiece y me caiga… En esta trampa no puedo desmayarme, ni morir en forma violenta; solo puedo mirar fijamente, aturdido hacia la empalizada de la trampa por siempre.” Una cuestión personal (1964).
“La epidemia: la terrible palabra había sido pronunciada. La palabra que inmediatamente invadiría con sus hojas y sus raíces todo el pueblo, devastadora como un tifón, y destrozaría cuanto encontrara a su paso…” Arrancad las semillas, fusilad a los niños” (1958).
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