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Agenda Cultural

154° Aniversario del nacimiento de Rubén Darío

Hoy se cumplen 154 años del nacimiento del poeta nicaragüense Rubén Darío. Nacido como Félix Rubén García Sarmiento en Metapa en 1867 y fallecido en León en 1916, es mundialmente conocido por su seudónimo. También periodista y diplomático, este referente del modernismo en lengua española es, quizá, por su obra, quien ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispano.

El poeta Octavio Paz, en textos dedicados a Darío y al modernismo, subrayó el carácter fundacional y rupturista de la estética modernista, para él inscrita en la misma tradición de la modernidad que el romanticismo y el surrealismo.

Compartimos una brevísima selección de algunos poemas suyos, recordando su retórica cargada de imágenes que hoy se represencia.

Nocturno
Silencio de la noche, doloroso silencio
nocturno… ¿Por qué el alma tiembla de tal manera?
Oigo el zumbido de mi sangre,
dentro de mi cráneo pasa una suave tormenta.
¡Insomnio! No poder dormir y, sin embargo,
soñar. Ser la auto-pieza
de disección espiritual, ¡el auto-Hamlet!
Diluir mi tristeza
en un vino de noche
en el maravilloso cristal de las tinieblas…
Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba?
Se ha cerrado una puerta…
Ha pasado un transeúnte…
Ha dado el reloj trece horas… ¡Si será Ella!…
(De El canto errante, 1907)

Vesperal
Ha pasado la siesta
y la hora del Poniente se avecina,
y hay ya frescor en esta
costa que el sol del Trópico calcina.
Hay un suave alentar de aura marina
y el Occidente finge una floresta
que una llama de púrpura ilumina.

Sobre la arena dejan los cangrejos
la ilegible escritura de sus huellas.
Conchas color de rosa y de reflejos
áureos, caracolillos y fragmentos de estrellas
de mar forman alfombra
sonante al paso en la armoniosa orilla.
Y cuando Venus brilla,
dulce, imperial amor de la divina tarde,
creo que en la onda suena
o son de lira, o canto de sirena.
Y en mi alma otro lucero, como el de Venus, arde.
(De Cantos de vida y esperanza, 1905)

Leda
El cisne en la sombra parece de nieve;
su pico es de ámbar, del alba al trasluz;
el suave crepúsculo que pasa tan breve
las cándidas alas sonrosa de luz.

Y luego en las ondas del lago azulado,
después que la aurora perdió su arrebol,
las alas tendidas y el cuello enarcado,
el cisne es de plata bañado de sol.

Tal es, cuando esponja las plumas de seda,
olímpico pájaro herido de amor,
y viola en las linfas sonoras a Leda,
buscando su pico los labios en flor.

Suspira la bella desnuda y vencida,
y en tanto que al aire sus quejas se van,
del fondo verdoso de fronda tupida
chispean turbados los ojos de Pan.
(De Cantos de vida y esperanza, 1905)

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